Que feo es idealizar. Creer que las virtudes de una personas son todas para vos. Que los defectos se los guardan a la hora del amor. Que no quede un beso sin que me des. Que no falte ni un abrazo.
Son espejismos que aumentan la sed. Ahora que lo pienso, idealizar es de egoísta.
¡Abrí los ojos! Nunca sucedió eso. Armé un rompecabezas con tu personalidad, imaginada por mi claro.
Te creé, como un gran inventor. Intenté copiar lo mejor de las personas y te lo apliqué a vos. Pensando que iba a encajar perfecto con lo que imaginaba.
Desordené átomos tuyos para hacerte aparecer. Nunca pude ensamblar dichas virtudes, te quedaban grandes.
Imaginar situaciones con vos, teniéndote enfrente mío. Habilitar la mente de forma que vos me digas cosas que yo sepa creerte, sabiendo que las cumplirías.
Soñé estar aqui y no puedo despertar. (...) Tal vez me engañe, y es el riesgo de correr. No puedo competir con la real locura. Ya no confiaba despertar.
Pero logré despertarme. Pasó el efecto de ese placebo, me ubiqué en tiempo y espacio y me cercioré de que no estabas. No para mi. Para otras personas quizás, que tal vez te merezcan o te necesiten más que yo. No obstante aquí estoy, contando el porqué te quise, sólo por imaginarte. Adoré una personalidad que nunca existió, ¿acaso eso fue?. No lo sé,
a veces no puedo con la soledad.
Tantas noches espere por vos, tantas tardes buscaba señales. Motivos para verte, situaciones para encontrarte y todo estaba en mi cabeza. Teníamos una relación en mi mente. Yo era para vos, vos eras para mi. Y nunca fue en vida, realmente.
Quedabas esperando ecos que no volverán, flotando entre rechazos...
No te necesito, por algo no te tengo en mi vida, en mis días. Nunca supe si me necesitabas, si así lo querías, si me querías. O quizás nunca me lo dijiste, porque una imagen vale más que mil palabras y con
vos estaba ciega. Por ende, nunca pude ver qué había más allá de vos, que había detrás de mi o a mi lado.
Como siempre la reacción es tan lenta como mi voz, arrasando con la razón.
Quizás tenía que tardar para darme cuenta qué querías de mi. O que no pretendías nada de mi. Y sin embargo seguí tirando los dados, tratando de formar una escalera para alcanzarte. Pero al fin y al cabo, terminé siendo el único dado repetido. Por ende, el descartado. A pesar de todo eso, quise seguir jugando.
Terco como soy, me quedo aquí. La tinta no secó y en palabras dije muchas cosas, pero en mi corazón todavía queda tanto por decir. Jugabas al truco y yo era tu cuatro de copas.
Creíste que iba a estar para siempre. No esta vez.
Pude desaparecer, pude decir que no.
¿Olvidarte? No, no es lo que debería hacer. Ausentarte quizás. ¿Odiarte? Tampoco, la vida es muy corta como para ponernos a odiar.
No te confundas, no sirve el rencor. Son espasmos después del adiós.
Ojalá algún día puedas encontrar alguien que por lo menos te desee la mitad que yo. Créeme, es bastante.
Poder decir adiós, es crecer.